¿A qué juega la izquierda en Cataluña?

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Superando la lucha de clases. Construyendo un relato.

O no se enteran o no se quieren enterar. La debacle de la izquierda en Cataluña ha sido superior a la que ha sufrido en otros territorios de España. El PSC ha perdido prácticamente un millón de votos entre sus mejores resultados (siempre en Generales) y los actuales (en Generales y Autonómicas), que no llegan a 600.000.

La evolución de ICV también ha supuesto una pérdida de más del 50% entre los mejores resultados y los últimos autonómicos. Solo En Comú Podem ha supuesto una mejora de expectativas al obtener en las pasadas Generales un 24,51% del voto en un momento de crisis social y política en España. Y ello es el resultado de un desplazamiento del voto socialista bastante tocado en toda España y más en Cataluña.

El análisis de los nuevos “gurús” de la izquierda catalana apuesta por la destrucción del estado en base al choque de identidades, renunciando a una postura clásica de lucha de clases en el ámbito de toda España. Las luchas sociales dejan de tener entidad propia y se disuelven en las luchas por la emancipación nacional. Es tensionar la estructura del estado sin tensionar el reparto de la riqueza. La ceguera es total: la ruptura del estado conllevará indefectiblemente, si lo consiguieran, a un debilitamiento de las nuevas clases trabajadoras minimizadas y a unos nuevos estados, tanto en los desgajados como en los amputados, muy nacionalistas y conservadores. Ni que decir tiene que el neoliberalismo campará a sus anchas en esa nueva situación y la, tantas veces revindicada por los nacionalistas, cohesión social quedará rota y con grandes conflictos internos en los nuevos miniestados; conflictos de raíz étnica.

El harakiri de la izquierda española.

El problema es que el mantra de romper el estado por la vía de los nacionalismos lo ha comprado toda la izquierda en España. En un proceso de acumulación/anulación la nueva marca Podemos, con sus confluencias y difluencias, se entretiene en un juego de tronos con el objetivo de convertirse en la fuerza hegemónica en un espectro ideológico, aparentemente, de izquierdas. Todo se supedita al marketing político en la más pura estrategia populista, incluso la posibilidad de evitar un gobierno de la derecha “O yo o el caos”. Puro cainitismo.

Se impone el uso de significantes vacíos como el “derecho a decidir, a decidirlo todo” y deja las autenticas reivindicaciones sociales en la indefinición. El neolenguaje, por ejemplo, sustituye la reivindicación de la sanidad pública, universal y gratuita por el “derecho a decidir sobre la sanidad que queremos”.

Ada Colau y la presidencia de la Generalitat

El nacionalismo flojea y sabe que necesita al votante charnego para ser hegemónico. Un votante que difícilmente votará a la derecha catalanista (CDC/PDCAT y ERC). Un votante que parece fiel a la opción de En Comú Podem en las elecciones generales y que, según esa izquierda, se equivoca al votar en las autonómicas a opciones contrarias al nacionalismo: Ciudadanos.

Pero claro; si el objetivo es ser presidenta de la Generalitat, ha de sumar votos de izquierda secesionista y no secesionista. De ahí una cierta ambigüedad calculada con argumentos vacuos: “No somos independentistas, pero contra el PP voto Sí Sí” argumento falaz que confunde España con el PP. ¿Miopías de la izquierda? Pero no nos engañemos: si la presidencia de la Generalitat, como parece, recayera, mediante pacto tripartito ERC, Comú y PSC, en Jonqueras-ERC, Colau se quedaría en el Ajuntament acumulando intereses de tan buen remunerado puesto. Es una estrategia de largo plazo, iniciada hace años desde el Observatori DESC.

El nuevo relato

Las estrategias para construir el “nuevo sujeto político” son puro marketing. Si leemos atentamente el artículo de Joaquim Sempere sobre la épica de la nueva formación, es un dechado de conceptos vacíos que pretenden contentar a un amplio espectro de votantes. Leo en el Facebook de mi amigo Paco Osorio «“El peronismo me hizo entender a Gramsci” No, amigo. Tanto Laclau que te olvidaste de Gramsci y repudiaste a Marx». Superada la división izquierda/derecha ya somos transversales (¿no suena a Ciudadanos?). «La palabra “socialismo” no aparece en ningún lado» se queja Sempere;  también parece no gustarle que «desaparezca la idea misma de conflicto social y de que tenemos enfrente a un enemigo de clase que, además, es muy poderoso».

Pero Sempere, convencido, colabora en la construcción del nuevo relato, ¡porque lo que importa es el relato! Un relato lleno de referencias participativas: “ponencias cero”, tropecientas asambleas con “texto programático final que se llevará a aprobación de la Convención”. Observen: “convención”; ni Congreso ni Asamblea. Nuevos tiempos = nuevos términos; nueva política = viejas soluciones.

Por partes.

El asamblearismo de Podemos, Comunes y Mareas, a la vista de la experiencia, se puede decir que es aparente. La experiencia de “Plaza Podemos” y “Vistalegre I” así lo confirmó, y otras donde el esfuerzo de trabajo dilapidado lleva a unas propuestas finales calcadas de las cero. Algunos a eso lo llaman conexión de las bases con sus líderes. ¡Viva el nuevo mesianismo!

Y por otro lado si ahondamos en el resumen programático que nos hace Sempere nos surgen algunas dudas:

¿Quiere decir, cuando habla de «respeto de la diversidad lingüística, cultural y étnica», que acabará con el mal llamado sistema de inmersión lingüística y que la escuela catalana será bilingüe como lo es la sociedad?

¿Qué significa el «reconocimiento del carácter nacional de Cataluña y de su soberanía»? ¿Qué Cataluña, como región más rica de España, tiene derecho a un trato diferente, a privilegios? ¿Incluso a separarse unilateralmente? ¿Y es por ello por lo que recoge la «demanda de un referéndum para decidir sus relaciones con España»?

Sufren la habitual confusión de la izquierda española equiparando pueblo y nación. Su internacionalismo habla de «fraternidad con todos los pueblos del estado español y del mundo». España, siempre el miedo a la palabra España, parece contener tantas naciones como el mundo.

¿Como se puede «luchar por la hegemonía de las fuerzas populares desplazando la hegemonía burguesa», cuando las clases populares catalanas mayoritariamente no son nacionalistas, y a la vez reclamar el «reconocimiento de Cataluña como comunidad nacional»?

¿Es posible evitar posicionarse a favor o en contra de la independencia y a la vez declarar «como enemigo principal el centralismo español» a la vez que evitan «cualquier expresión frontalmente contraria al independentismo»? Más parece que con su posición lo alimentan pero sin mancharse.

Hay reflexiones que llaman la atención: «un movimiento que arrastra cerca de la mitad de la población no se puede considerar una mera manipulación del poder» Primero aclarar que la mitad de los votantes (votos validos) no es la mitad de la población, y segundo que por esa regla estarán encantados con la victoria de Donald Trump (Bildu lo ha reconocido) o de otras victorias por sufragio que han ganado dictadores. Qué pronto han olvidado lo de los aparatos ideológicos del estado y que estos en Cataluña están al servicio del nacionalismo. El problema es que solo ven de lejos y necesitan gafas para ver de cerca.

«Hay que dar salida al numeroso sector de la ciudadanía que, siendo partidario de políticas sociales avanzadas, a la vez está muy cabreado con el centralismo españolista». Y, a los partidarios de esas políticas sociales muy cabreados con el nacionalismo catalanista, ¿que nos den? El gobierno español y el gobierno catalán practican las mismas políticas neo-liberales, pero su soberanismo (Colau y cia.) les impide tomar conciencia… de clase.

Mi conclusión

Los nuevos sujetos políticos que se están formando a partir de la eclosión de Podemos –niego que sean la evolución del movimiento 15M– ahondan en los errores de la izquierda española (incluida y especialmente la catalana, que, además incomprensiblemente, marca el camino al resto), mantienen un complejo de culpa impropio respecto a los nacionalismos desde la transición, que junto a una incapacidad para superar el “dogma” del derecho a la autodeterminación, les ha hecho abrazar los proyectos del nacionalismo, olvidando las prioridades de la izquierda, olvidando quiénes son los oprimidos.

El nacionalismo en España no se derrotará mientras la izquierda le baile el agua. Y eso lo saben desde siempre los Pujol, Mas, Arzallus, Puigdemont, Cuadra, Otegui, Nuet, Colau, Urkullu y demás. Y por eso desde la transición en Cataluña, y en el País Vasco, las direcciones de los partidos de izquierda siempre las han ocupado nacionalistas, ¡nunca obreros! Y las excepciones confirman la regla.

Hora es de que en España haya un proyecto de izquierdas para todo el país; que plante cara al nacionalismo, que diga que no existe el derecho de autodeterminación en España; que promueva una federalización de España, es decir, fuera fueros, como en la Pepa; donde la economía esté al servicio del pueblo, en singular; donde la propiedad esté, realmente, al servicio del bien común, es decir, donde el impuesto de sucesiones esté para redistribuir la riqueza, y los beneficios sociales se contabilicen igual que los beneficios contables; donde se garantice pan, techo y trabajo; donde la lucha por la paz no sea solo una paloma blanca sin criterio, es decir: salir de la OTAN y desmantelar las bases norteamericanas, declarando, como en la Constitución de la Segunda República, la renuncia a la guerra como instrumento de la política nacional; una izquierda que apueste por la Tercera República Española.

Yo quiero poder votar y participar en esa izquierda, y no es la que Colau e Iglesias me ofrecen. Habrá que ponerse a construirla, más temprano que tarde, sin reposo.

Torrejón. Monfragüe. 05 de febrero de 2017

Vicente Serrano
Presidente de Alternativa Ciudadana Progresista
Autor del libro El valor real del voto

 

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