Sustraerse a la vorágine valorativa del resultado “plebiscitario” tras estas elecciones catalanas no es fácil y tal vez eso es lo que los políticos quieren que hagamos, bien alimentados por los medios de comunicación siempre tan proclives a la noticia rutilante y tan poco a aquello que afecta al análisis de la representatividad ciudadana.
En mi artículo anterior “Juego de tronos contra la democracia o como el sistema electoral español beneficia al nacional-catalanismo”, pretendo demostrar que el sistema electoral español vigente beneficia a los partidos conservadores, al nacionalismo en Cataluña y a PP y PSOE en el resto de España. En este otro pretendo demostrar con los resultados del 27S, la deformación que sobre la voluntad popular provoca dicho sistema.
Repasando la estafa
El sistema electoral español, bajo una apariencia de proporcionalidad, se convierte de facto en un sistema mayoritario al utilizar la provincia como circunscripción electoral y al asignarles, desproporcionadamente, más diputados a las menos habitadas, junto al establecimiento de un porcentaje mínimo del 3% para otorgar representación, y un sistema D’Hondt que beneficia a las candidaturas más votadas en cada provincia.
En el gráfico 1 podemos observar el resultado en votos y diputados y el coste medio de diputado por candidatura y provincia junto a su representación en el Parlament.
Es llamativo observar los costes de algunos diputados: 10 Diputados obtiene Junts pel Si en Lleida con un coste medio de 12.606 votos, 2 consigue Ciutadans a 13.271 votos cada uno y otro el PP por 16.694, todos en la misma provincia. Todos los Diputados obtenidos en Barcelona superan en coste medio los 34.000 votos junto al único y el más costoso (36.898 votos) del PP por Tarragona.
La sobre-representación de Junts pel Si en las cuatro provincias, menor en Barcelona, demuestra la perversión de un sistema que aúpa a la derecha, incluyendo en este caso a Ciutadans en Lleida y Tarragona.
Pero más allá de a quién beneficia el sistema la crítica se ha de orientar a la perversión que supone que el voto de un ciudadano tenga más o menos poder en función del lugar donde reside. A ello hay que añadir que el sistema deja muchos votos/ciudadanos sin representación: 166.860 en estas elecciones.
El índice de poder de voto de todo ciudadano debería ser uno o alrededor de uno; sin embargo, este sistema da más poder según el lugar de residencia. Es inaceptable que los votantes de JxS de Lleida tengan un índice de poder de voto de 2,3 mientras los votantes de Barcelona, independiente de su elección, se sitúan alrededor del 0,8, casi una cuarta parte. Ver gráfico 2.
Una propuesta justa
En estos tiempos en que tanto se habla de cambios en el sistema electoral es preciso explicitar los criterios que debe cumplir un nuevo sistema electoral. Y el primero de ellos es asegurar no tan solo el manido eslogan de “una persona un voto” sino que el valor de todos los votos sea el mismo; el segundo, que el coste medio de votos por diputados sea aproximadamente el mismo para la mayoría de los escaños; y el tercero, reducir al mínimo el número de ciudadanos sin representación.
Mi propuesta, ya desarrollada en otros artículos, es un sistema electoral con circunscripción electoral única, asignación de escaños mediante sistema proporcional con resto mayor, y sin límite mínimo.
Esto iría acompañado de listas provinciales desbloqueadas, donde el elector reordena la lista. Ver Propuesta Sistema Electoral.
En el gráfico 3 podemos observar el reparto de escaños actual (circunscripción provincial y reparto D’Hondt) y compararlo con el resultado que daría si usáramos un sistema de circunscripción única y reparto proporcional.
Lo más importante a observar en esta comparativa es que con el nuevo sistema el “porcentaje de representación parlamentaria” es casi igual al “porcentaje del voto obtenido” (líneas roja y amarilla que prácticamente se solapan). Frente a ello el sistema actual prima a la candidatura más votada sobre-representándola exageradamente: 9 escaños más y más de un 6% (línea azul). También beneficia al segundo partido, aunque no exageradamente, dándole 1 escaño más y algo menos de un 1%. En cambio a las candidaturas intermedias las infra-representa.
Y sobre todo el sistema que propongo da entrada a tres candidaturas: Unió, Pacma y Recortes Cero – Els Verds. Sus porcentajes están algo sobre-representados ya que todos obtienen uno de sus escaños por la asignación de restos.
Los costes medios por escaño fluctúan muy cerca de la media general de 30.369 votos.
Lo más llamativo sería la entrada, con un escaño, de Recortes Cero – Els Verds con tan solo 14.390 votos. Ver gráfico 4.
Ciertamente se elegiría un diputado por poco más de14.000 votos. Con el actual sistema son elegidos con menos votos 12 diputados, todos de los dos partidos mayoritarios.
Casi todos los Índices de Poder de Voto se sitúan en torno a 1 excepto el mencionado RC-V con un 2,1. Pero para valorar más la situación es preciso volver al gráfico 2, donde podemos ver que por encima de un índice de 1,50 se encuentran 1.940.635 votantes y por encima del 2,00 un total de 457.062, frente a los tan solo 14.390 que con el sistema propuesto superan ambos índices.
A todas las ventajas expuestas hay que añadir que tan solo quedan sin representación con este sistema 1.484 votantes frente a los 166.860 del actual sistema.
Los retos de la democracia.
El sistema actual falsea la voluntad de los ciudadanos y promociona las tendencias más conservadoras. En este caso crea una falsa victoria en escaños del independentismo. Digamos que facilita la formación de nuevos gobiernos (central o autonómicos), primando a los grandes partidos en detrimento de los pequeños; diciéndolo suavemente elimina la pluralidad. El sistema propuesto amplia la pluralidad, garantiza la proporcionalidad y asegura la igualdad de todos los ciudadanos a la hora de elegir las cámaras legislativas. El problema de conformación de mayorías deber resolverse bien por la capacidad de los elegidos para negociar y pactar o bien implementando algún sistema que permita a los ciudadanos la elección directa del poder ejecutivo. Pero eso es otro problema que no atañe a este artículo aunque será necesario abordar en algún momento y sin prejuicios.
El falso plebiscito
La polarización entre el Si y el No ha dejado claro algunas cosas:
- La sociedad catalana está dividida en dos. Hay un 48% de votantes que quieren la secesión frente a un 52% que pretende mantener a Cataluña dentro de España. Los independentistas representan tan solo un 36,8% de la población mayor de edad y los unionistas un 39,9%. La independencia con esos mimbres es una quimera. No hay un clamor, hay dos clamores contrapuestos.
- Aparentemente Cataluña es más de derechas. Ya que el 68,8% ha votado candidaturas situadas en la derecha (JxS, C’s, PP y Unió) frente a un 31,1% eligió opciones de izquierda (PSC, CatSiPot, CUP, PACMA, Recortes Cero-EV, Guanyem y Piratas). La representación social se ajusta a un 52,8% de derechas y un 23,9% de izquierdas.
- La izquierda no ha entendido el cambio al color naranja del cinturón rojo. La clase obrera catalana no se siente partícipe del proceso secesionista y no entiende las ambigüedades y la obcecación de CatSiPot (ICV+PODEMOS) y del PSC con el manido “derecho a decidir”, la reclamación de la diferencia, o su disponibilidad a los blindajes fiscales, lingüísticos y judiciales. Su incapacidad y enrocamiento la aboca a la residualidad. La mezcla de politólogos de salón y el embebimiento nacionalista desde la lucha antifranquista acabará con la izquierda.
Habrá que repensar la izquierda.
Vicente Serrano
Miembro de la Junta directiva de Alternativa Ciudadana Progresista y 6º en la lista por Barcelona de Recortes Cero – Els Verds en las últimas elecciones autonómicas en Cataluña.
Barcelona, 30 de septiembre de 2015
Publicado en Crónica Popular
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