Llegó Felipe y mandó parar
la democracia va más allá de esa necesaria reforma. Sobre todo cuando observamos que las oligarquías, que habitualmente parecen no interferir en temas electorales o al menos lo hacen de forma subliminal, dan un puñetazo en la mesa para poner en cintura a quien se le desmadre. Podríamos decir que Obama pasó a saludar y, subliminalmente, dar instrucciones. Lo de Felipe González es un puñetazo en la mesa.