De construcciones nacionales, asimilaciones identitarias y otras mandangas.

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Para concluir que en Cataluña la educación está al servicio del nacional-secesionismo no es necesario un informe de 245 páginas con 11 anexos, ni que la muestra estudiada sea de 127 libros de texto de primaria, secundaria y bachillerato. Cualquier ciudadano no abducido por el secesionismo se lo puede explicar señora ministra. En castellano y en catalán.

La lengua, en este caso, solo es una herramienta al servicio de un proyecto mayor: la construcción nacional de Catalunya. Señora Celáa, yo creo que usted no es que no se entere, no. Es que no se quiere enterar.

Algunos llevamos años denunciando esta ignominia. Algunos hemos sufrido marginación y desprecio,  se nos ha insultado. Algunos han perdido el trabajo o no han progresado laboralmente. Algunos llevamos años peleando contra el nacionalismo en asociaciones y partidos, siempre ninguneados desde el poder autonómico e ignorados desde el gobierno español. Desde Felipe, que  libró a Pujol del caso Banca Catalana,  pasando por Aznar que permitió la inmersión lingüística y pactó con Pujol más cesiones a cambio de que le mantuvieran el poder, siguiendo por Zapatero que animó  a redactar un nuevo estatuto que nadie reclamaba y que votaron menos de la mitad de los catalanes. Y qué decir del artista de la inanidad: el señor Rajoy, incapaz, con el 155 en vigor, de poner la casilla de lengua familiar en los impresos de matrícula escolar. Y ahora el señor Sánchez ¿Acaso pretende domar a las fieras con gominolas?

Los gobiernos españoles desde 1980 se han preocupado de mantener el culo en el sillón practicando un mercadeo con los separatistas que ha dejado al Estado, como decía hace unas semanas, bajo mínimos, inexistente en Cataluña.

La lucha partidista ha marcado los tiempos políticos, y asegurarse ser parte de los privilegiados del bipartidismo imperfecto que sufrimos ha hecho del PP y del PSOE unas maquinarias de pervivencia sin proyecto político para el conjunto de la ciudadanía española. Tanto, que ya no se atreven ni a llamarla por su nombre: España.

Los partidos nacionalistas no han tenido problemas para mantener un control férreo sobre la enseñanza sus territorios, siempre al servicio de esa “construcción nacional”. Lo cierto es que el ejemplo ha cundido y el soberanismo se ha extendido a las 17 comunidades autónomas. El ombliguismo es la nueva religión de los políticos en España.

Ciertamente, para saber que en Cataluña se practica asimilación identitaria e inmersión lingüística forzosa (submersión) no era preciso ese informe, pero despreciarlo aduciendo  falta de rigurosidad cae en lo más abyecto que pueda haber en Política: subordinar el interés general al interés de partido. Porque no hay otra cosa detrás de esa política de apaciguamiento con el nacionalismo. La practicó el PP con la operación Soraya y la cosa acabó como el rosario de la aurora el 1 de octubre, y la está practicando el PSOE y no parece que el final vaya a ser muy diferente, a tenor de los actos de ayer, día 20, organizados por Quim Torra.

La inmersión lingüística forzosa no afecta a los niños que en su casa hablan catalán ya que estudian en su lengua familiar, mientras que los niños castellanohablantes sufren el agravio de que su lengua familiar sea despreciada como si fuera lengua extranjera y además les coloca en una situación de desventaja en el aprendizaje, ya que el soporte familiar desaparece. A tener en cuenta que la gran mayoría de los castellanohablantes pertenecen a las clases trabajadoras, siempre más desprotegidas, no solo en lo económico y social sino también en lo cultural.  Es evidente que esa situación no ayuda a romper las barreras sociales que una sociedad neoliberal genera.  Decir que la inmersión en catalán ha permitido que el ascensor social en Cataluña funcione mejor que en el resto de España es otra de las grandes falacias y mentiras del nacional-secesionismo. Todos sabemos que una flor no hace verano; la presencia de algunos apellidos  de origen no catalán en los miembros del Gobierno de la Generalitat y en las filas de sus diputados es la excepción que confirma la regla. Democracia y demografía deberían ir de la mano en una sociedad avanzada. Lo cierto es que, en Cataluña, los apellidos más representativos de esa burguesía catalana que afirma haber sido oprimida durante los 300 últimos años son los que han copado los puestos de poder en la Generalitat durante los últimos 40, y no solo en los cargos ejecutivos sino también en los cargos de confianza y en los cargos intermedios de sus consellerías. Lo mismo podemos decir de la composición del Parlament catalán: son esos pocos apellidos los que andan sobrerrepresentados en la cámara que dice ser fiel reflejo de la “voluntat d’un poble”.

El problema del nacionalismo no se resuelve con paños calientes, y el primer frente donde hay que atacar es en la cuestión de la enseñanza, y decir de una vez y bien alto que tal vez es el momento de que la competencia de enseñanza vuelva  a la administración central. Así, sin cortapisas. Demostrada la falta de fidelidad constitucional del nacionalismo catalán, es necesario quitarle las herramientas que le permiten crecer a lo largo del tiempo.

El Procés es una aceleración del proyecto nacionalista iniciado por Jordi Pujol antes de la Transición. Aquel era un proyecto que, por supuesto, acababa en la secesión e independencia; era un proyecto de largo recorrido con un ritmo pausado, asegurando las conquistas políticas con una ingeniería social muy inteligente. En este contexto, el Procés es el resultado de la crisis económica que genera reivindicaciones frente a los recortes sociales practicados por la Generalitat de Artur Mas. Cuando las organizaciones sociales rodearon el Parlament de Catalunya, los nacionalistas pisaron el acelerador y pensaron que podrían llevar a buen puerto y antes de lo pensado su ansiado proyecto de independencia. Esto es lo que ha generado estos tiempos convulsos que tuvieron su momento álgido en septiembre/octubre del año pasado y que volveremos a tener en este otoño. Lo cierto es que esa aceleración del proceso independentista llamado Procés fracasó, y ha producido un despertar inesperado del constitucionalismo en Cataluña. Ahora es necesario tomar conciencia de que el constitucionalismo es mayoritario en Cataluña y que ya no puede haber marcha atrás, ya no podemos volver al 2011, al nacionalismo moderado que nos va  cocinando poco a poco en la olla asimiladora; ya la rana ha dado un salto y se escapó y por ello debemos de reclamar no una revancha, no, sino una enseñanza bilingüe que permita una educación laica en lo religioso y en lo identitario, que permita a nuestros hijos aprender en su lengua materna a la par que aprenden la otra lengua, una enseñanza al servicio de una ciudadanía libre y crítica sin identidades opresoras. Y como ese proyecto es para toda España, es necesario volver a plantearse la recentralización de la enseñanza. Y no lo digo ahora, ya lo decía en 2007.

¿Qué opina Sra. Celáa?

¡Dígame jacobino si quiere!

Nou Barris. Barcelona. 21 de septiembre de 2018

Vicente Serrano.

 

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