El procés y el efecto mariposa

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El procés es una mecha que puede hacer volar el proyecto de la Unión Europea.

Cuando se analizan con perspectiva histórica, unos hechos que aparentemente solo afectan a una pequeña parte del todo pueden generar cambios en el conjunto de la sociedad, aun cuando –de nuevo aparentemente– no exista relación entre los primeros y los segundos.

Dichos cambios pueden llevarnos a grandes crisis económicas o sociales, a guerras; pero también a mejoras sociales que nadie vislumbraba.

Parece evidente qué el procés catalán afecta al conjunto de España de manera muy directa. La huida de Puigdemont, bien condimentada con un trabajo muy bien pagado –con dineros públicos por cierto– en los medios de comunicación internacionales, está generando, inexplicablemente, problemas al proyecto de la Unión Europea.

Los prejuicios de cada Estado respecto a los vecinos se han manifestado en la sentencia del Tribunal alemán respecto a la euro-orden para entregar a Puigdemont a la justicia española.

Mucho hablar de caminar hacia una cultura común y compartida, hacia una legalidad común, hacia unos derechos sociales comunes, a una fiscalidad común… y nos encontramos que los prejuicios, los antiguos prejuicios cuasi medievalistas, todavía marcan la actividad política (incluyo lo judicial) en Europa.

En Alemania puede caer mejor o peor España, puede caer mejor o peor Cataluña, pero lo cierto es que una ruptura hoy del Estado español supone una muy grave amenaza no solo para la continuidad de la Unión Europea, sino para la continuidad de los mismos estados que la conforman. Jugar con ambigüedades a la hora de interpretar qué Constitución es más democrática o cuál lo es menos, sobre todo desde supuestos poco objetivos, está generando una seria crisis de confianza, aunque los ejecutivos alemán y español pretendan disimularlo.

Despertar del patriotismo constitucional

Pero como todo en la vida, esto también tiene su doble cara. El proceso secesionista en Cataluña está generando un despertar dentro de Cataluña que los promotores del procés no se esperaban, engreídos del clima de aborregamiento conseguido hasta aquel momento. A la vez, y no sin riesgos, la españolidad parece recuperar adeptos. Es evidente que siempre existe el peligro de que frente al nacionalismo catalanista lo que salga reforzado sea un nacionalismo españolista, con lo cual entraríamos en un frentismo que no nos ayudaría en nada a nadie, excepto al nacional-secesionismo. Avivar el nacionalismo españolista es alimentar la crisis del Estado y facilitar el victimismo independentista.

Lo cierto es que, hasta ahora, podríamos hablar que de lo que se está promoviendo en España es una suerte de patriotismo constitucional que deberíamos haber alimentado desde la Constitución del 78. Pero muchos estaban muy ocupados en ocupar puestos en las nuevas administraciones autonómicas y, por tanto, en alimentar los particularismos segregadores. De aquellos polvos estos lodos. Cuando se alimenta tanto la diferencia, las esencias acaban por engordar la xenofobia. De ahí al supremacismo y a la demanda de la Secesión sólo hay un paso.

Hoy el soberanismo invade España como si esencias “regionales” marcaran el devenir de la Humanidad. Tener una lengua que te diferencia de los demás puede llevarnos a la locura de convertir cualquier forma dialectal en la esencia misma de un pueblo. Nos van a salir pueblos en esta piel de toro como setas venenosas en un vertedero.

Bienvenido sea ese Patriotismo Constitucional para España que nos ayude a ver la importancia no tanto de la diferencia sino lo que nos une, de lo que nos iguala como humanos, que no son en ningún caso esencias de españolidad ultramontana, sino más bien la comunión de un proyecto de construcción democrática y de justicia social para todos. Y ahí es donde está fallando la izquierda española, en esa falta de proyecto social y español.

Ventana de oportunidad

En el mundo comercial se afirma que toda crisis, que todo conflicto, que toda reclamación, es una oportunidad para ofertar algo nuevo que pueda necesitar tu cliente. Tal vez ya es hora de que la oferta de la izquierda se actualice y empiece a desembarazarse de todo lo carpetovetónico que tiene en su paquete de ofertas. Sobran autodeterminaciones, derechos a decidir, y conceptos pseudo-democráticos varios. Instalados en la debilidad de su falta de proyecto, le han regalado su espacio al populismo y al nacionalismo, dejando a la clase obrera –a la clase trabajadora– a la intemperie. Que se extrañen que Ciudadanos gane, en las elecciones autonómicas, en los mismos barrios obreros de Cataluña donde en las generales ganaba En Comú Podem, refleja esa catatonia política que les impide reaccionar. Es un aparente movimiento rápido y reactivo que, en realidad, genera parálisis ideológica y política.

Habrá que empezar a pensar que “socialistas” y “unidos-podemistas” no son la izquierda necesaria, y por tanto habrá que empezar a pensar en construir otra izquierda que sí sea capaz de afrontar el reto de construir una España más justa y más solidaria. Una izquierda a la que no avergüence decir España cuando está hablando de España.

Parece mentira que ese movimiento protofascista que son los nacionalismos, por reacción al final nos hagan abrir los ojos a los que realmente creemos que necesitamos una izquierda para cambiar no solo Cataluña sino toda España, y por supuesto la humanidad.

Mayo 2018

Vicente Serrano,

Presidente de Alternativa Ciudadana Progresista y miembro del Foro de las Izquierdas No Nacionalistas.

Autor del ensayo EL VALOR rEAL DEL VOTO. Editorial El Viejo Topo, 2016

Crónica Popular.

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