La pasada semana resumía las intervenciones de los representantes de PSC y Catalunya en Comú y también la del representante de Alternativa Ciudadana Progresista en la mesa redonda que esta última organizo el lunes 16 de abril, sobre la mal llamada inmersión lingüística. A la vez criticaba o argumentaba contra ciertas posiciones que mantienen las izquierdas en Cataluña y que se han embebido en el discurso general de la izquierda española.
A la par la Asociación por la Enseñanza Bilingüe (AEB) fue recibida por la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo a resultas de lo cual parece ser que dicha Comisión se dirigirá por carta a la Generalitat para pedirle aclaraciones sobre la enseñanza del castellano en Cataluña. Leer las informaciones que sobre está comparecencia aparecen en diferentes medios de comunicación me hace albergar serias dudas de que dichas gestiones puedan llegar a resolver el problema.
Es evidente que la acción qué dichas asociaciones llevan adelante se circunscribe dentro de lo que podríamos llamar lucha por los derechos civiles y que son muy loables y necesarias. Sin embargo pienso que la solución a los desbarajustes, por decirlo suavemente, de lo que sucede en Cataluña ha de venir acompañada de una acción política que pueda darle una vuelta a dicha barbaridad.
A todo ello hemos de añadir el problema que supone que no exista en Cataluña, y en toda España, una izquierda qué recupere sus principios éticos de igualdad. Me explico, que realice una crítica contundente a las bases segregadoras del nacionalismo, una crítica contundente al nacionalismo en sí.
No es ni la primera vez ni será la última que afirmo que la izquierda en España anda bastante despistada y acomplejada ante los nacionalismos periféricos a causa de un complejo generado tras la transición y la superación del franquismo. Tal es así que algunas izquierdas todavía creen vivir en el franquismo y no saben distinguir entre lo que podríamos llamar una democracia burguesa imperfecta como la que vivimos –y por tanto perfectible en muchos campos-, similar en muchas cosas a la sociedad francesa, inglesa o alemana, de una sociedad totalitaria como la que fue el franquismo. Una cosa es que la democracia burguesa no colma las ansias igualitarias de la izquierda y otra cosa es confundir la situación en la que vive nuestra sociedad española.
Por ejemplo: considerar a Puigdemont un exiliado y no un fugado de la justicia, como en realidad es, deja mucho que desear sobre la capacidad analítica de esta “izquierda”. Tal es el problema de confusión de “nuestra izquierda” que se la ha transmitido a la izquierda europea. Resulta ridículo, por no decir bochornoso, qué el líder de Die Linke (La Izquierda) visite al fugado de la justicia española inmediatamente después de la visita del líder de la ultraderecha nazi alemana. Un acto de pleitesía a un golpista inaceptable.
Como decía antes el problema de la mal llamada inmersión lingüística, es decir submersión monolingüe e identitaria, sólo se puede resolver desde la acción política. Dicho cambio será imposible si no existe una izquierda con un proyecto político para España, es decir una izquierda española que no españolista.
El PSOE, y sus denominaciones territoriales como PSC, junto a Podemos y sus confluencias, sean confluencias estatales como gustan de decir para hablar de Unidos Podemos y confluencias nacionales como En Comú Podem, les descalifican para ser esa izquierda necesaria. No digo yo que tengan que desaparecer pero es evidente qué existe una izquierda sin representación que tiene una vocación universal y que rechaza los nacionalismos qué sufrimos en la Península Ibérica.
Es imprescindible caminar hacia la construcción de una izquierda, se diga como se diga, que tenga un proyecto frontal al nacionalismo, se apellide cómo se apellide este.
En Barcelona desde febrero del pasado año empezamos a reunirnos diferentes organizaciones y gentes de izquierda que rechazamos frontalmente los proyectos del Nacional-secesionismo Catalán. Por otro lado en Madrid gentes procedentes de Izquierda Unida y del PCE llevan tiempo reuniéndose en torno a un proyecto denominado Izquierda Hoy. El pasado sábado tuve la fortuna de compartir un encuentro en Madrid con ellos y la coincidencia de proyecto es altísima. Los discursos de los que allí hablaron coincidían en la necesidad de trabajar en aras de una sociedad más justa y solidaria, más fraternal en terminología ilustrada. La crítica al populismo y al sectarismo de las izquierdas parlamentarias se unieron a la crítica al nacionalismo y y a su sesgo insolidario y al servicio de las clases dominantes.
Es necesario trabajar en agrupar a una izquierda no dogmática, transversal dentro de la izquierda y claramente no nacionalista. Existen otros grupos y otros foros en la misma línea y hemos de trabajar para encontrarnos y para buscar alternativas políticas a esta pobre oferta que nos da la partitocracia actual en España. El problema no es elegir entre PP y C’s ni elegir entre PSOE y P’s el problema es avanzar hacia una sociedad más justa y ni los primeros nos sirven por tener proyectos neoliberales ni los segundos por su populismo y por su falta de crítica y autocrítica.
La ambigüedad de estos últimos respecto al llamado mal llamado derecho a decidir o el empecinamiento dogmático al sostener la bandera del derecho de autodeterminación para Cataluña o País Vasco en España, o incluso la idea de hacerlo extensivo al resto de las comunidades autónomas haciendo una interpretación del federalismo tan sui generis, que se confunde como la construcción de una confederación a medida de las oligarquías de cada territorio, abocándonos a una suerte de Reinos de Taifas neo-feudales, les hace inviables para la construcción de una izquierda internacionalista y solidaria que es la que necesitamos en España.
Su apoyo a la mal llamada inmersión lingüística en Cataluña o a las formas de marginación del castellano en el sistema de 3 líneas en el País Vasco les hace cómplices del mantenimiento de un sistema de explotación de las burguesías locales sobre las clases populares que dicen representar. Es evidente como afirmaba aunque interpretaba erróneamente Rosa Cañadell en su ponencia el pasado 16 de abril qué lengua y clase social están íntimamente relacionados en el problema nacionalista en Cataluña, y para suerte o desgracia del “nacionalismo de izquierdas catalán” el idioma de la clase obrera en Cataluña es mayoritariamente el castellano. Idioma de los miles y miles de trabajadores que durante la transición gritaron “llibertat, amnistía i estatut d’autonomía” y “el Catalá a la Escola”. Pero lo que, como muy bien le recordó uno de los asistentes al acto, los trabajadores pedíamos es que se enseñará el, y en, catalán pero no que se marginará y el excluyera al castellano. Nadie reivindico que se utilizara la escuela para aculturación de las clases trabajadoras y el catalán para la asimilación identitaria.
Concluyendo o la izquierda “oficial” coge la bandera de un proyecto para todos los españoles o lo tendremos que hacerlo otros.
Vicente Serrano
Presidente de Alternativa Ciudadana Progresista y miembro del Foro de las Izquierdas No Nacionalistas.
Autor de EL VALOR rEAL DEL VOTO. Editorial El Viejo Topo. 2016
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