La crisis del país y los nacionalistas

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Es indudable que Vicenç Navarro tiene un discurso muy bien elaborado. Siempre que nos habla de economía hay que quitarse el sombrero. El problema es cuando nos habla de la relación de Cataluña con el resto de España, no puede evitar que le arrastre su propia concepción nacionalista, eso sí, bien envuelta en su sabio discurso político-económico.

A saber. En su artículo “La crisis del país y la dirección del PSOE” publicado en nuevatribuna.es (que amable e hipócritamente rechaza publicar esta réplica), afirma que “Nunca antes durante la democracia el sistema político y económico español se había encontrado en una situación tan crítica” y añade “La Transición inmodélica realizada en condiciones de un enorme desequilibrio de fuerzas mantuvo unas estructuras e instituciones que reflejaban una muy escasa sensibilidad social” o también “la Dirección del PSOE ….. parece no entender lo que está ocurriendo ni en España ni en Catalunya” o “Existe una urgente necesidad de reformar profundamente tanto la Generalitat de Catalunya como el Estado español, democratizando ambos a base de la participación democrática” y cuando añade “Lo que España, incluyendo Catalunya, necesita, es la profundización de la democracia, tan limitada hoy en nuestro país” y afirma “Los mecanismos de participación popular en las instituciones llamadas representativas son sumamente limitados” denunciando finalmente “la falta de democratización de los partidos políticos” que es “otro indicador de esta democracia incompleta”. No puedo estar más de acuerdo con él. Pero el corolario que extrae de todas estos aciertos no deja de ser tendencioso y sesgado.

Tiene una obsesión de hablar del “establishment español” basado o radicado en Madrid. Es correcto la utilización del término si no fuera por la carga, no ya política o económica, que la tiene, si no por lo simbólico de la misma frente a un, casi siempre, no nombrado establishment catalán, radicado, no ya en Barcelona, sino en algunos barrios concretos de la Ciudad Condal.

No sé yo si el abandono del PSOE del derecho a la autodeterminación es debido a las presiones militares tras el “tejerazo” a las que alude, pero no creo que hoy existan dichas presiones. Hay que agradecerle que, al menos, reconozca que tras la falacia del “derecho a decidir” no hay más que eso de “la autodeterminación”. Porque la profundización democrática del estado, de España, no solo concierne a los catalanes, también al resto de españoles. Y si los criterios de la autodeterminación son tan simples como que cierto establishment catalán lo reclame, abriremos la puerta a la descomposición social del estado. Mañana en “Barcelona ciudad” nos autodeterminaremos o los barrios de Sarrià y Sant Gervasi (dirán que Cataluña les roba por el déficit fiscal), o la provincia de Tarragona, o Badajoz o Álava o León. La democracia es algo más que la manipulación del electorado por unos cuantos que tienen los medios de comunicación comprados y pagados. Y eso es lo que sucede en Cataluña: que no se oyen más voces que la de los adictos al poder nacionalista. Y siento decirlo, pero la suya, su voz, es un complemento perfecto para la labor “pedagógica” de Pere Navarro y un falso soporte ideológico para toda esa izquierda obnubilada ante un nacionalismo retrogrado, que tan solo está disfrazado con los ropajes del progresismo. En Cataluña se puede ser de izquierdas si eres nacionalista; si no, eres españolista y por lo tanto franquista o del establishment de “Madriz”.

Yo no tengo nada en contra de que el PSC actúe independiente del PSOE: que lo haga. Pero quiero tener la opción de un partido socialista de ámbito español en Cataluña, ni más ni menos. El PSOE puede hacerlo, solo ha de resucitar la Federación Catalana Socialista. Si no lo hace, al final surgirá un partido socialista en Cataluña sin hipotecas nacionalistas y, lo más grave, el PSOE no volverá a ser una opción para la gobernabilidad de España; porque le abandonará su electorado no solo en Cataluña, sino en toda España.

Es cierto que hay un independentismo no étnico, distinto al que existía hasta antes de la crisis. Culpar de ello a establishment español es, como mínimo, falaz. No digo yo que no haya algunos que su antipeperismo visceral lo han convertido, en un alarde de pobreza mental, en antiespañolismo, es decir en auto-odio. Algo tendrán que ver los más de 30 años de aleccionamiento nacionalista. El problema de la inmersión en catalán es más que un problema lingüístico, es un sistema de asimilación identitaria. Pero no solo en la escuela, los medios de comunicación, periódicos y televisiones están al servicio de la causa, y aquí no hay izquierda o derecha. Maragall y Montilla (un paradigma en sí mismo) profundizaron, más si cabe, el proceso de nacionalización de la sociedad. Cataluña es hoy una sociedad enrarecida por la deriva nacionalista que nos lleva a una convivencia difícil y a un desastre económico y social grave.

Sí, hay nacionalistas de nuevo cuño, pero hablemos claro, son aquellos que quieren salvar su culo al calor de los cantos de sirena del establishment catalán. Miedo y egoísmo a partes iguales con la misma bobaliconería de los que salieron a recibir a Franco cuando entraba en Barcelona.

Por suerte, y aunque no salga en los medios de comunicación, somos muchos los ciudadanos de Cataluña que sabemos que los problemas sociales se resuelven con fraternidad, un valor que va más allá del concepto de “solidaridad administrada” que nos vende el nacionalismo, sea el de CiU y ERC o el de PSC e ICV-EUiA.

La lucha por la igualdad, la justicia y la libertad no conoce de patrias, ni de fronteras, y aquellos que reclaman la diferencia es que quieren más para sí mismos. La diversidad es un hecho, la igualdad un derecho; revindiquemos la igualdad de derechos.

En España hay luchas más importantes: acabar con los recortes, acabar con la reforma laboral (ésta y las de Zapatero), crear una banca pública a partir de las cajas nacionalizadas, reformar la ley hipotecaria (evidentemente no en la línea del PP), plantearnos la salida del euro si el sistema europeo no se democratiza y no nos permite políticas de crecimiento, de inversión publica y de redistribución social de la riqueza, etc.

Tal vez es el momento de una reforma de la Constitución desde abajo, con debate sobre el sistema político Monarquía o República; pero quedándonos solo en definir quien ocupa la jefatura del estado sería una aspiración corta, sin ambición. Las políticas de derechas también se aplican en las repúblicas. Hemos de ir más allá. Nueva ley electoral que elimine privilegios de la actual partitocracia, diseño de un estado federal igualitario que garantice la igualdad de los ciudadanos independiente del lugar de residencia, ley de transparencia y de cargos públicos con limitación de mandatos y eliminación de privilegios, ley de remuneraciones de cargos electos para toda España, profundización del sometimiento de la propiedad a una función social productiva, etc. etc.

Debatir sobre el “derecho a decidir” de los catalanes, y yo lo soy, es hablar sobre cuanto más grande ha de ser la parte del pastel que quiere el establishment catalán… no los trabajadores.

Vicente Serrano

eldebat.cat 29 de marzo de 2013

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